La cápsula soviética Cosmos 482, lanzada hace más de cinco décadas, ha terminado su largo periplo en el espacio tras reingresar a la atmósfera terrestre el pasado 10 de mayo de 2025. El objeto impactó en el océano Índico, a unos 560 kilómetros al oeste de la isla Andamán Central, cerca de Yakarta, sin provocar daños. La reentrada fue confirmada por la agencia espacial rusa Roscosmos y el sistema de vigilancia espacial de la Unión Europea (EU SST), que tras rastreos detallados determinaron que el objeto no cruzó el cielo europeo como estaba previsto, confirmando así su caída. La cápsula, que permaneció en órbita durante más de 53 años, era un vestigio del ambicioso programa espacial soviético de principios de los años 70.
Cosmos 482 fue lanzada el 31 de marzo de 1972 desde el cosmódromo de Baikonur como parte del programa Venera, un conjunto de misiones soviéticas destinadas a la exploración del planeta Venus. La nave iba a convertirse en una de las pioneras en el estudio in situ del planeta más cercano a la Tierra, siguiendo los pasos de su predecesora Venera 7, que había logrado aterrizar en la superficie venusiana en diciembre de 1970 y transmitir datos científicos durante 23 minutos antes de sucumbir a las condiciones extremas del entorno. Venera 7 había sido el primer artefacto humano en lograr un aterrizaje controlado en otro planeta, y Cosmos 482 estaba diseñada para continuar aquella hazaña.
La nave fue colocada a bordo de un cohete Molniya-M con una etapa superior Bloc-L, la cual tenía la misión de proporcionar el impulso adicional necesario para abandonar la órbita terrestre y dirigirse hacia Venus. Sin embargo, poco después del lanzamiento, la etapa superior del lanzador falló. Según los análisis posteriores, el encendido de la etapa Bloc-L se produjo con un desfase de tiempo respecto al momento planeado, lo que impidió que la nave alcanzara la velocidad de escape. Como resultado, la sonda quedó atrapada en una órbita elíptica alrededor de la Tierra. A partir de ese momento, y debido al secretismo típico de la era soviética, el objeto fue renombrado como “Kosmos 482”, siguiendo la nomenclatura utilizada por la URSS para aquellos satélites cuyas misiones habían fracasado pero aún permanecían en el espacio.
El cuerpo principal de la nave acabó desintegrándose con el paso del tiempo, pero la cápsula de descenso —una parte especialmente robusta de la sonda diseñada para soportar las brutales condiciones atmosféricas de Venus— se mantuvo intacta. Fabricada con materiales capaces de resistir temperaturas extremas, presiones de hasta 100 atmósferas y aceleraciones de hasta 300 veces la gravedad terrestre, la cápsula sobrevivió durante más de medio siglo en el espacio, resistiendo el paso del tiempo y la fricción orbital.
Durante décadas, Cosmos 482 fue uno de los objetos más pesados e inusuales en órbita baja terrestre. En 1972, pocos días después de su lanzamiento, se observaron restos de la sonda cayendo en Nueva Zelanda, lo que atrajo la atención de expertos internacionales, ya que los fragmentos presentaban una construcción mucho más resistente de lo habitual. A lo largo de los años, múltiples organizaciones de seguimiento espacial, incluida la NASA y agencias europeas, mantuvieron registros de su órbita, previendo que su reentrada sería inevitable. No obstante, la durabilidad de su estructura impidió una caída prematura.
El reingreso de Kosmos 482 ha vuelto a poner sobre la mesa el debate acerca de los desechos espaciales y la responsabilidad de las agencias espaciales en el seguimiento y control de artefactos obsoletos en órbita. Aunque en este caso no se produjeron daños, el evento demuestra cómo objetos lanzados hace más de medio siglo aún representan un riesgo potencial, sobre todo si no han sido diseñados para desintegrarse completamente al volver a la Tierra.
En definitiva, Kosmos 482 fue una cápsula que nació con la ambición de explorar Venus, pero que acabó convertida en un símbolo de la era soviética de exploración espacial y en un recordatorio tangible de los desafíos asociados a la permanencia de residuos tecnológicos en la órbita terrestre. Su reciente caída en el océano Índico marca el cierre de un episodio que comenzó en plena Guerra Fría, y que ahora concluye en un contexto muy distinto, en el que la exploración espacial sigue avanzando, pero con una creciente conciencia sobre la sostenibilidad y la seguridad en el espacio.
Fuente: Muy Interesante
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